A pesar de todo lo que había pasado, de las últimas discusiones, enfados… seguía siendo mi mejor amiga quisiera o no. Al mirarle a la cara me sentía culpable: “Si no la hubiese echado de casa no le hubiera pasado esto…” No paraba de repetirme aquellas palabras en mi mente. Sí, me había hecho mucho daño, había estado con Pablo mientras él estaba conmigo… pero yo nunca lo quise. Ahora, después de un año es cuando me doy cuenta de que intentaba ayudarme, a su manera, pero era lo que intentaba.
Estábamos en unos de los largos pasillos de aquel hospital, Luis y yo nos habíamos quedado de piedra al verla, había sido golpeada por algo o alguien. Nadie se creería la típica excusa que la mayoría de la gente da y que nadie cree pero no le piden otra por respeto: “Me he caído por la escaleras…” Así que allí estaba yo, esperando su verdad. Mirando a sus profundos ojos empañados en lágrimas. Encogiéndoseme el corazón.
- Yo... bueno verás… ¿te acuerdas de que te dije que tenía familia aquí igual que tú? – Agachó la cabeza.
- Sí… y que además vive cerca de este hospital ¿no?
- Sí… pues resulta que esa gente no se llevan demasiado bien con mis padres y bueno, fui a preguntarles que si me podía quedar allí unas noches, después de que tú me echaras y… – Se tapó la cara con las manos, le temblaba la voz.
- Carla sigue…
- Pues que no me querían ahí. Me empezaron a insultar y a pegarme y… joder yo creo que esa no es mi familia. No he hecho nada malo para merecer esto ¿verdad?
- ¿¡Qué te hicieron qué!? Pero ¿y qué haces? Tienes que ir a denunciar cuanto antes.
- ¡No! Cuando me recupere me iré a casa y ya está. Nadie más sabrá que ha pasado esto y yo no volveré por esa casa, como ellos dijeron…
- Joder estás fatal pero bueno yo no soy nadie para decirte lo que tienes que hacer, supongo. – Miré hacia otro lado, ahora me sentía aún más culpable. Mientras yo estaba de cariñitos con Luis, ella… no quería ni pensarlo.
- Eres mi amiga… creo. Espero que puedas perdonarme algún día.
- ¡No hay nada que perdonar! Bueno sí, pero da igual, olvidado. No pienso perderte por una cosa así. ¡Somos amigas desde hace siglos!
- Gracias. – Sonrió y volvió a ponerse a llorar. – Te quiero.
- Y yo pero no quiero verte más llorar ¿ok? Voy a ayudarte con esto. ¿Cuándo te dan el alta?
- Creo que mañana, estoy en observación.
- Vale, pues mañana vengo a buscarte y te vienes a casa de mi tío otra vez. ¡Todavía nos quedan vacaciones que disfrutar! – Le sonreí y ella me abrazó.
Luis había presenciado toda la conversación pero no había dicho ni una sola palabra. Ni un simple “hola”. A él no le gustaba la gente que conseguía hacerme llorar y sentirme mal, aunque se habían caído bien en un principio. Y él, mejor que nadie sabía que yo no había olvidado tan rápidamente lo que Carla me había hecho. Pero ¿qué iba a hacer? No podía dejarla ahí… ¡joder que casi la matan! Tendría yo que averiguar y poner la denuncia.
Me despedí de Carla y la dejé en su habitación descansando. Luis y yo salimos del hospital y esperábamos en una parada de taxis, a la espera de alguno que se dignara a pasar. Luis me cogió de la mano y me la estrechó con fuerza.
- Sil, quiero llevarte a un sitio, pero no creo que estés de humor, ¿me equivoco?
- Luis yo… lo siento pero no. Quiero irme a casa e intentar dormir. No me puedo creer que le haya pasado esto a Carla.
- Ya, cosas de la vida. – Contestó secamente. – ¿Mañana tendrás algún rato libre para mí?
- Claro que sí tonto. Todo el que tú quieras. – Le sonreí.
Él también lo hizo, se acercó a mí y me besó. A mi mente acudieron pensamientos que no quería que acudieran precisamente. Cuando me fuera dentro de un escaso mes, echaría de menos todos estos momentos. Momentos en los que conseguía sacarme una sonrisa después de haberle contado todas mis comeduras de cabeza. Momentos en los que cuando me besaba mi cuerpo se inmovilizaba hipnotizada por su presencia. Hasta echaría de menos esa chulería que tiene, aunque la odie. Sé que la perfección no existe, pero si existiese, él sería una buena definición.