martes, 20 de julio de 2010

Capítulo treinta y nueve.

- Ya veo como de bien te lo pasabas sin mí anoche… - Se acercó a mí y me tendió la nota sin parar nunca de mirarme a los ojos con dureza.
- No Luis, te explico, yo te estaba esperando y como vi que no venías supuse que te habías olvidado o dormido y por eso me fui al bar y bebí, bailé como una loca y no me acuerdo de nada más… - En esto último quizás mentí un poco. – Te quería enseñar la nota para que me ayudases a descubrir si es verdad lo que pone o no… Ya sabes como es Fer, intenta siempre… joderme la vida.

Las últimas palabras habían salido de mi boca con algo de duda, porque en ese instante recordé vagamente que Fer se había pasado la noche a mi lado, ayudándome. ¿Por qué lo habría hecho? Me recordaba tanto al Fer bueno del año anterior, ese que hacía que me dieran escalofríos de pies a cabeza, ese Fer que tanto quería…

- Y si es verdad ¿qué? – Esta vez la mirada de Luis se había relajado.
- Pues no lo sé Luis, pero tranquilo, ahora no importa eso. Ahora importas tú y tu abuelo ¿vale? No te preocupes ahora de ese imbécil. – Me sonrió, aunque se le veía en la cara que estaba bastante mosqueado.
- Vale… Te quiero ¿ok? – Me besó con dulzura, yo le correspondí y al acabar cada uno se fue por su lado. Yo con mi madre y él con su abuelo.

¿Por qué ahora aparecía en mi mente la imagen de Fer? No me acordaba de ese beso, pero por alguna razón, quería recordarlo, si era cierto que sucedió. Mi móvil volvió a sonar. Miré quien era, Fer. No dudé en cogérselo.

- ¿Por qué? – Grité.
- ¿Silvia? ¿Por qué el qué?
- ¿Por qué me haces todo esto? Vienes y me dices que me quieres y luego te pillo liándote con otra, después intentas liarte con mi mejor amiga y pasas de hablarme. Y ayer, me tratas como a una reina y me besas, cosa que no recuerdo. ¿Por qué? – Tenía los ojos llorosos.
- Silvia… te dije que te quería porque era lo que sentía. No sé ni como me lié con esa, estaba demasiado borracho y tú deberías entenderme en ese aspecto, además los celos me podían cada vez que te veía con Luis… Yo no intenté liarme con Carla, ella se abalanzó encima de mí. Y anoche, te traté como una reina porque te veía tan frágil, indefensa… Tenía la obligación de cuidarte. – No daba crédito a sus palabras, ¿realmente era Fer? Las lágrimas se escapaban de mis ojos a traición.
- ¿Y el beso? – Recordé que no había mencionado nada del beso. Sentí una mano en mi hombro, me giré asustada de que fuera Luis y estuvieses escuchando toda la conversación, pero no, era Fer, con su dulce sonrisa estampada en la cara y con el móvil apoyado en ella.
- El beso te lo di porque me apetecía, nada más. No quise aprovecharme de ti, de verdad. – Colgué el móvil, puesto que ya no hacía mucha falta y él hizo lo mismo.
- No me puedes hacer esto. Ahora no. Sabes que quiero a Luis y tú… - Me sequé las lágrimas con fuerza para no dejar rastro de ellas en mi cara.
- Lo sé, te he hecho muchísimo daño y lo no sabes cuánto lo siento. Desde que te vi supe que quería estar contigo siempre. Y quiero que sepas que te esperaré lo que haga falta. Hasta que te canses de él. - ¿Cansarme de él?
- No me voy a cansar de él jamás. Me hace feliz y lo amo. Cosa que tú no creo que entiendas.

Huí, corrí. Le dejé allí plantado con la palabra en la boca. Sabía que si seguía hablando podían hechizarme sus palabras. Y no. No quería dejar a Luis por nada del mundo. Jamás.

Llegué a la sala de espera y mi madre estaba allí con una revista. Bostezando cada dos minutos. Estaba muy cansada, lo sabía. Me olvidé de todo lo que me había dicho hace poco, del mes que me quedaba. Me senté a su lado y la abracé.

- Oh ¡Silvia! – Ella me correspondió al segundo. - ¿Has visto a Luis? Su abuelo se ha despertado. Está bien.
- Lo sé mamá y quiero que te vayas a casa. Aquí ya no haces nada y yo me iré con Luis en taxi dentro de poco. – Me miró con desaprobación. – Mamá, tienes que ir a ver como está Ale y a descansar. Llevas mucho tiempo aquí. Venga vete.
- Bueno vale, pero si quieres que venga recogerte llámame ¿ok? Me voy ya. – Me dio un beso en la frente y se marchó a prisa por el pasillo. Sabía que estaba deseando que se lo dijese.

No hay comentarios:

Publicar un comentario