martes, 6 de julio de 2010

Capítulo treinta y siete.

Llevábamos mucho tiempo en aquel banco sentados, abrazados. Luis me había contado que su abuelo era la única persona que le quedaba en el mundo y resulta que ya estaba muy viejo, había gozado de la vida muchísimo y sobre todo, había sido muy feliz. Los padres de Luis habían desaparecido hace mucho tiempo, cuando él tenía unos doce años y nadie sabía de ellos.

- Ojalá ellos estuvieran aquí, consolándome, son egoístas al haberme dejado solo con él. – Había dicho Luis con lágrimas en los ojos.

Aunque ya había cumplido los dieciocho años hace poco, no podía dependizarse aún, no sabía como hacerlo y sobre todo, no tenía con qué hacerlo. Cuando Luis me estaba contando todo esto, sentía que el mundo se me caía encima, quería ayudarlo con todas mis fuerzas, quería hacerle saber que mi casa siempre estaba abierta para que él acudiera cuando lo necesitase pero no, me dolía mucho pero era así, mi casa estaba en otra isla y yo solo estaba allí de vacaciones.

Seguimos hablando, los dos demasiado tristes y sin tema de conversación alguno. Pensé en mi madre, ¿dónde se había metido? Hacía mucho tiempo que la había dejado atrás, en el coche, y no la había vuelto a ver. Raro, muy raro.

- Por cierto Sil, ¿al final ayer saliste? – Me preguntó Luis, alejándome de mis pensamientos, siempre lo hacía.
- Pues… sí. Y me hice amiga de Laura, me cae muy bien. – Al haber escuchado su nombre se tensó, pero yo seguí hablando. - ¿sabes? Me siento como una mierda.
- ¿Por qué? ¿Ha pasado algo? – Luis apoyó su mano encima de la mía, estrechándomela con cariño.
- Pues verás… Yo pensaba que me habías dejado plantada, como ya te dije antes. Y bueno… estaba muy bebida, de hecho todavía me duele bastante la cabeza, - sonrió. – al grano, te he roto la ventana de tu habitación. – Me mordí el labio inferior.
- ¿¡Qué!? ¿Por qué has hecho eso? – Luis me soltó la mano y me miraba con dureza.
- ¡Pues quería comprobar si te habías quedado dormido! Y quería hacer lo mismo que tú hiciste la vez que me llevaste a ver a Fer con otra… - Mientras acababa la frase, se me iba yendo la voz.
- Realmente estás loca. Pero por eso te quiero, supongo. – Sonrió como pudo y me abrazó.

Mientras lo abrazaba palpité el bolsillo de mi falda, comprobando que la nota de Fer seguía allí. Decidí contarle lo del beso más tarde. Ya tenía suficiente con todo lo que le estaba pasando y no quería hacerlo enfadar más. Esperaría a que estuviese mejor. Nos levantamos del banco y entramos en el hospital cogidos de la mano. En recepción, lo primero que vimos fue a mi madre histérica haciéndole preguntas al recepcionista.

- ¿Mamá? – Dije alzando la voz. Ella me miró. Tenía los ojos rojos, quizá de llorar, ¿por qué?
- ¡Hija cariño! ¿Dónde demonios estabas? ¡Llevo por lo menos una hora buscándote por todo el hospital! – Me abrazaba con brutalidad.
- Mamá, estaba en un banco de allá fuera con Luis… podías haberme llamado. Eres una histérica.
- Sí… ya lo sé. No quería molestar. – Se dirigió a Luis con una forzada sonrisa. – Hijo cariño, ¿qué ha pasado?
- Es mi abuelo… está en coma. – Dijo Luis agarrándome otra vez la mano.
- Oh lo siento… - Lo sentía de verdad. - ¿Quieres ir a verlo? Yo me quedaré con Silvia. – Mi madre me miró con ternura.
- Sí gracias, ¿subimos? Está en la planta tercera, en la habitación ciento cuarenta y cinco.
- Vale, vamos.

En el ascensor se hizo el silencio, un tanto incómodo por cierto. Mi madre nos miraba con curiosidad mientras Luis tenía la cabeza en otra parte. Llegamos a la habitación y antes de entrar Luis se frenó y vimos como mi madre se alejaba para sentarse en una sala de espera. Luis me miró a los ojos, esos ojos tan profundos, llenos de amor pero a la vez dolor, muchísimo dolor, hacían que me diera un escalofrío por todo el cuerpo. Me dio un beso que no parecía que fuese a acabar nunca, tampoco yo quería que lo hiciese. Mientras intentaba recuperar la respiración él se acercaba a mi cuello, dándole suaves y dulces besos, hasta llegar a mi oído.

- Vuelvo enseguida. – me susurró en el oído tiernamente, sentí que me fallaban las piernas, me hipnotizaba su voz. ¿Cómo podía ser tan asquerosamente perfecto? Lo amaba.

No me dio tiempo a contestar porque se adentró en la habitación dónde se encontraba su abuelo. Suspiré y caminé hasta donde estaba mi madre sentada en un sillón, leyendo una revista.

- Mamá si quieres te puedes ir, yo me quedaré con él. – Me senté en un sillón junto a ella.
- No tranquila, Ale y Jorge se las apañarán bien solos. Además quiero hacerte compañía. – Me sonrió dulcemente. De verdad que no la reconocía… se la veía cariñosa conmigo, feliz… incluso más guapa.
- Gracias mamá. – Nos sonreímos ampliamente. – Oye mamá, ¿qué me querías decir antes de salir de casa? No te dejé ni hablar.
- Creo que no es el momento hija, te haría daño. – Se puso un tanto seria.
- Vamos mamá, ¡no creo que sea nada peor de lo que me ha pasado! – Esto último lo dije en voz baja.

3 comentarios:

  1. me encanta ste capitulo!!!! Dios como lo djas asi? Aghh habra que esperar mucho para el siguient?

    ResponderEliminar
  2. Gracias :)
    No tranqui, mañana lo más probable es que lo suba :P

    ResponderEliminar
  3. Porfaavor subeelo yaa! Me encantaa!

    ResponderEliminar