lunes, 21 de junio de 2010

Capítulo treinta y dos.

- ¿Por qué Carla? ¿¡Por qué!? – Estaba llorando, sí, ella siempre me hacía llorar. ¿No se supone que las amigas siempre te hacen reír en todo momento? O al menos, ¿sentirte bien junto a ellas?
- Silvia relájate, ya te he dicho que solo fue una vez…
- Si has venido a joderme la vida, lo has conseguido, coge tus cosas y márchate ¡ya!

Le estaba gritando muchísimo, tanto que los vecinos que estaban a punto de cenar, puesto que eran las ocho de la tarde, se asomaron por las ventanas e incluso hubo uno que salió por la puerta. Estaba montando un espectáculo en toda regla pero no me importaba en absoluto. También vi a Luis salir de su casa y cruzar la calle para llegar a la mía.

- ¿Qué pasa aquí? ¿Sil estás bien? – Luis se aproximó a mí a paso ligero y me dio un dulce beso en los labios.
- Vaya, este parece ser tu próxima víctima. Lo siento por ti amigo. – Pablo rió, imbécil.
- ¿Quién coño eres tú? – Dijo Luis furioso.
- Un amigo de Silvia. – sonrió. - ¿Carla qué vas a hacer?
- Largarse, entra y coge todo ¡joder!
- Silvia por favor… perdóname. – Tenía una cara de falsa impresionante. ¿Al menos podría fingir un poco no?

Le dije mil y una veces a Carla que se fuera. Al final me hizo caso y entró en casa para meter todo en su gran maleta. Yo no paraba de llorar, me dolía mucho, mucho no, bastante. Era la única amiga que tenía de verdad, o eso creía. Tenía muchas conocidas, de esas con las que pasas una tarde fenomenal sacándote fotos y riéndote, pero cuando te pasa algo y estás realmente mal, no te hacen ningún caso y eligen a otra con la que sacarse fotos y reírse. De esas muchísimas. Amigas, ninguna. Sólo la tenía a ella y ahora, no me quedaba nada. Nada.

Carla también empezó a llorar desconsoladamente, oh, ¡pero si tenía sentimientos! Le había perdonado muchas cosas, había dejado pasar sus tonterías de adolescentes, sus bromas. Pero esta última semana, no podía. Me habían pasado demasiadas cosas, cosas que me habían madurado como persona, me habían hecho entender lo durísima que es la vida, pero también había llegado a la conclusión de que la vida no es dura si las personas no la hacen dura. Y Carla, era una de ellas.

- Silvia, lo siento muchísimo. – Carla se había parado en la entrada de la puerta, y yo la seguía. – Te juro que yo no quería hacerte daño… Son cosas que pasan, sé que yo siempre he sido la que te lo ha hecho pasar mal, pero si tú me hicieras algo… te perdonaría, porque eso es lo que hacen las amigas.
- Te he perdonado muchísimas cosas y ya no puedo más Carla.
- Silvia… lo siento… - Me abrazó, pero yo no correspondí a su abrazo, lo único que se movía de mí eran las lágrimas que corrían por mis mejillas. – Perdóname. Te quiero y lo sabes. – Me soltó y se secó las lágrimas.
- Tengo mucho que pensar… - Me dirigió la última mirada, se fue y Pablo la siguió.

Comencé a llorar con más abundancia. Sabía que no la iba a ver en mucho tiempo. Me sentí observada, mi madre y mi tío seguían allí después de todo lo que había pasado, mirándome preocupados. Salí de casa, miré a todos lados y vi a Luis sentado en frente de su puerta, pobre, lo había ignorado. Me sequé las lágrimas y él fue el que vino hacia mí.

- Sé que es una pregunta estúpida pero ¿cómo estás?
- Fatal. ¿Por qué me pasa todo esto? No me queda nadie… ¡Nadie! – Lo abracé tiernamente.
- Te quedo yo… aparte de novio puedo ser amigo ¿sabes?
- Ya pero tú…
- ¿Qué pasa? Me puedes maquillar y hacer todo lo que haces con chicas si quieres… - Me reí, él sonrió pero estaba deseando que le dijera que no. Un chico tan chulito como él ¿maquillado? Ni de coña. Volví a reír imaginándomelo, pero me puse seria al instante.
- No, no. Es que yo me voy dentro de dos meses… Y no me servirás como novio ni como amigo.
- No quiero que te vayas. – Me dijo con tono triste y me abrazó con fuerza.
- Ni yo…

2 comentarios:

  1. dioos dioooss quiero el siguiente yaaaaa!!! aghh es preciosa tu historiaaa m eencantaaaaaaaaa!!!

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