domingo, 13 de junio de 2010

Capítulo treinta.

Salí de la casa de Luis y corrí hasta llegar a la mía. Toqué en la puerta y me abrió Carla, sonriente. Al ver que era yo, se abalanzó sobre mí.

-Te quiero, te quiero, te quiero. ¡Eres la mejor! – Dijo dándome besos por toda la cara sin parar.
-¡Carla para! ¿A qué viene esta felicidad? – La aparté de mí con fuerza, casi no lo consigo.
-He hablado con Fer y me ha dicho que él no quería hacerme nada que yo no quisiese y me pidió perdón. ¡Es tan mono! Hemos quedado mañana para ir a la playa.
-¡Pues me alegro por ti! Te lo dije, él en el fondo es buena persona. – Lo logré decir a duras penas, al fin y al cabo, era verdad.

Carla asintió, feliz. Se apartó para dejarme entrar y dejé mis cosas en mi habitación. Cuando salí de ella fui en busca de mi madre, pero no estaba.

-¿Qué buscas? – Una voz sonó a mis espaldas. Me giré y me encontré con Jorge, mi tío. Era la primera vez que me dirigía la palabra en todo el tiempo que llevaba allí.
-A mi madre ¿Dónde está?
-Salió poco antes de tu llegar, necesitaba “airearse”, según ella. – Pero esta mujer… ¿Para qué me llama entonces? – Pero me dijo que te diera esto. – Alcé la vista hasta él.

Rebuscó en el bolsillo de su pantalón vaquero corto y sacó algo. Pero no me pude fijar en qué era porque en ese mismo momento se abrió la puerta y me había girado para ver quién era. Ella. Me miró, tenía pequeñas lágrimas recorriendo su cara, se las secó rápidamente intentando ocultarlas, siempre tan orgullosa.

-Toma.

Jorge me tendía la mano con el puño cerrado, al abrirlo vi que era un collar. Lo cogí y lo miré con detenimiento. Era un collar que ponía “S&M”, Silvia y Marta, en letras grandes y con una flor pequeña en la M. Detrás ponía la fecha de nacimiento de ella. Sí, lo recordaba bien, se lo había regalado en su primer cumpleaños y desde entonces, lo llevaba siempre. Se me humedecieron los ojos. La echaba muchísimo de menos, con tan pequeña edad y hacía que un día gris se convirtiera en uno lleno de alegría. Joder, ¿Por qué ella y no yo?

-Seguro que ella querría que lo tuvieses. – Mi madre apareció detrás de mí, la miré, las dos estábamos llorando, sin quererlo. Me abrazó con fuerza. – Siento todo lo que ha pasado hija.

No conseguí decir nada, solo la abracé aún con más fuerza. Nos quedamos un largo rato así, sin decir nada. Hasta que ella se decidió a romper el amargo silencio.

-Me ha comentado Carla que estás en serio con Luis… - Se separó de mí secándose las lágrimas mientras sonreía.
-Ah… sí, eso creo. – Intenté sonreír.
-¡Oh! La niñita se nos ha enamorado, que pena que viváis en islas distintas. – El idiota de mi hermano se puso delante de nosotras poniendo cara de subnormal. Como lo odiaba.
-Yo al menos tengo a alguien. – Le guiñé un ojo y miré a mi madre.
-Ale, tu hermana tiene razón. – Dijo mi tío Jorge y todos comenzamos a reírnos como locos, menos Ale claro, que se marchó de la habitación muy cabreado.

En ese momento sonó el timbre de la puerta. Les dije que iba a abrir yo. Seguramente será Luis. No hace ni media hora que nos vimos y ya viene a por mí, ¡qué mono! pensé. Corrí hacia la puerta con una sonrisa estampada en la cara. La abrí ilusionada, pero quien estaba detrás de esa puerta no me lo pensaba encontrar jamás. ¿Qué demonios hacía él ahí?

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