viernes, 11 de junio de 2010

Capítulo veintinueve.

- Me ha intentado… violar. – Comenzó a llorar muy fuerte, yo no daba crédito a sus palabras. Fer… ¿Violar? Vale que sea un capullo rompecorazones pero ¿esto? Eran palabras mayores.
- ¿¡Qué!? ¿Estás segura? A lo mejor has confundido lo que…
- ¡Joder! Te recuerdo que te ha jodido la vida. – Me interrumpió Carla. Esto me superaba. Me senté en el suelo, pensativa.
- Yo… - Comencé a hablar, pero no me salían las palabras. - ¿Qué piensas hacer?
- ¿Cómo que qué piensa hacer? Está clarísimo, denunciarlo. Así ese gilipollas pagará por todo. – Luis se había metido en la conversación, de golpe.
- Yo creo que no es para tanto… Además a ti te gusta, Carla, a lo mejor él mal interpretó la situación… - Miré a Carla, que se estaba secando las lágrimas con mucha rapidez.
- Ya bueno, yo…
- Ven aquí anda. – La abracé tiernamente. – Habla con él, te ha querido pedir perdón, eso es nuevo en él. – Reí y ella lo hizo conmigo. Luis se levantó y salió de aquella sala, pegándole patadas a todo lo que le interrumpía el paso. ¿A qué venía eso? Puse los ojos en blanco.
- Tía… ¿Por qué lo defiendes tanto? – Carla deshizo mi abrazo y me miró, esperando una respuesta coherente.
- ¿Yo? Pues, no lo sé… - Medité lentamente la pregunta que me había hecho, realmente no lo sabía… ¿Lástima quizá? Carla me miraba sin entender nada, vi algo de decepción en sus ojos.
- Aún lo quieres ¿Verdad?
- ¿Pero qué dices? ¡No! Por favor, no soy idiota ¿Sabes? – A Carla se le notaba que le gustaba muchísimo, salió una chispa de sus ojos cuando acabé esa frase.
- Vale, vale… Me alegro, con Luis se te ve muy bien, eres feliz. – Me sonrió, yo hice lo mismo.
- Sí… - Dije tímidamente. – Y tú… Te has pillado de Fer, ya te vale. – Me reí con fuerza, pero esta vez ella no me siguió.
- Esto… Yo… Después de lo de hoy… Va muy rápido ¿No crees? A mí no me gustan así…
- Conmigo jamás fue así, seguro que todavía le duraba el colocón de anoche, tranquila. Pero una cosa te digo, no vengas a llorar a mi hombro cuando te haga daño, advertida – La miré seriamente.
- Joder Sil no me digas eso, no lo puedo remediar… - Por mal que me pareciese, era así. Se había encaprichado del mayor capullo del planeta Tierra.
- Ya, bueno nos tenemos que ir, mi madre quiere enseñarme algo creo… Vete yendo para casa que ahora te sigo. – Le guiñé un ojo y ella en menos de dos segundos entendió lo que iba a hacer.
- Jajaja, vale pillina, no tardes. Despídete de Luis por mí. – Me dio un beso en la mejilla. – Y gracias. – Me sonrió y salió de la casa de Luis, sin mirar atrás.

Mi madre, la echaba de menos, quería abrazarla hasta dejarla sin respiración y contarle todo, contarle lo que me había pasado cada segundo por la cabeza en estos duros años, decirle lo mucho que la quería y pedirle perdón, perdón por todo el daño que le había provocado con mis tonterías de adolescentes. Pero nunca le pediría perdón por la muerte de Marta, jamás. Ahora sabía que yo no tenía la culpa y debía de hacérselo saber.

Me levanté del suelo y me decidí a buscar a Luis, a preguntarle el por qué de su actitud unos minutos antes. Lo busqué por todo el piso de abajo pero no lo encontré, así que subí arriba. Había tres habitaciones, pero recordé cuál de ellas era la suya. Me dirigí hacia ella y entré. Allí estaba él, sentado en una esquina de la habitación mirando hacia nadie sabe dónde.

- Me voy… tengo que hablar con mi madre y eso… - Ni se inmutó.
- Adiós. - ¿Adiós?
- ¿Qué te ha pasado antes? – Le pregunté, seria. Me acerqué un poco a él, pero no demasiado.
- Nada. – Se le veía cabreado pero no sabía por qué. Ya le había encontrado un defecto, trastorno de personalidad.
- ¡Te odio! – Le grité.
- ¿Qué? – Sus ojos se clavaron intensamente en los míos, que me mirara así provocaba un volcán en erupción en mi corazón.
- Bien ¡Por fin me miras! Ya es un paso. – Le dije sonriente.
- Tonta. – Se le escapó una pequeña sonrisa que apenas pude ver.
- En serio ¿Qué te pasa?
- Nada… sólo que odio cómo defiendes a esa rata asquerosa. Si lo ha intentado con Carla, lo hará con otras. ¿No lo entiendes?
- Créeme, él no es así. – Se levantó y yo lo imité. – Dejemos el tema. ¿Te veo después? – Esta vez si me acerqué bastante a él.
- No me apetece salir.
- Pues vengo a verte. – Podía sentir su respiración, cuando me disponía a besarle, se apartó y caminó por la habitación.
- Haz lo que quieras.
- Odio cuando te pones así, no hay quien te soporte. – Me miró de reojo.
- Si no defendieras a ese inútil no me pondría así. – Se volvió a girar. Yo salí de su habitación pero me paré en medio del pasillo. Sonreí y volví a entrar corriendo, Luis me miró sorprendido, yo le cogí de la cara y le besé con dureza, apenas cinco segundos.
- Eres un celoso, pero me encanta. – Le sonreí.
- No, yo no… - No lo dejé acabar, porque salí disparada de la habitación bajando como una loca las escaleras dispuesta a salir de allí y dispuesta, sobre todo a ver a mi madre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario