- ¿Diga?
- ¿Ya te has olvidado de mi zorrita?
- ¡CARLA! ¡Tía que se me ha olvidado llamarte! Bueno tu tampoco te has acordado ejem ejem.
- Jajaja es verdad, lo siento... pero es que me han pasado una de cosas...
- Si yo te contara las mías... ¿Pero por qué llamas a esta hora?
- Es que... acabo de venir de una fiesta ¡y pensé que podrías ayudarme!
- ¡Yo también acabo de llegar de una! A ver cuentamelo todo.
Me contó que había cortado con Javi hace dos días porque él dijo que no la quería, pero en la fiesta que habían ido los dos... se habían besado, y no sabía que hacer. Yo le di algunos consejos y empezé a contarle lo mío, le conté lo que había pasado con Luis y con Fer, no daba crédito a mis palabras. Seguimos hablando hasta que yo bostezé y le dije a Carla que quería irme a dormir ya que eran las cuatro de la mañana.
- Bueno pues ya hablamos, pero ¡que no se te olvide llamarme!
- Lo mismo digo bonita, y ya verás que todo te sale bien con Javi...
- Eso espero... Adiós guapísima, te quiero
- ¡Te quiero! - y colgué.
Caí rendida en la cama, la verdad es que se me pasaba el tiempo volando cuando hablaba con Carla. Me quedé dormida enseguida, el día había sido larguísimo.
Ocho de Julio del dos mil nueve.
Me levanté cerca de las doce, no desayuné porque sino después no almorzaría. Mi madre estaba en el salón viendo álbunes, seguramente de mi tío y ella de pequeños. Me senté en un sillón aparte y encendí la tele, no había nada que ver. Mi madre me miró con aire de superioridad.
- ¿Ayer saliste?
- Sí.
- No me pediste permiso.
- Tampoco te importa.
- No seas así, sabes que me preocupo por ti.
- Si seguro, hoy no tengo ganas de hablar.
- Ningún día tienes ganas de hablar- Lo dijo con tono de tristeza.
- Bueno, ¿hoy me dejas salir?
- Sí pero no llegues tarde, que mañana nos vamos todos a una playa fuera de aquí.
- Qué divertido- Y salí del salón.
Llegó la hora de comer, Ale, mi madre y mi tío no pararon de hacer bromas, hablar y hablar... parecían felices. En cambio yo, no hablé en toda la comida, cosa que a nadie le importó. A eso de las cuatro y media salí de casa dispuesta a hablar con Luis, si me abría la puerta. Toqué en su casa y nadie me respondía, lo intenté varias veces y al fin me abrió, tenía el pelo despeinado pero igualmente guapo.
- ¿Qué quieres? - Dijo con voz fría.
- Hablar contigo... ¡por favor déjame entrar! - Se lo pensó dos veces antes de abrirme la puerta y dejarme pasar.
- Habla.
- Te lo explico desde el principio ¿vale? - Le dije todo lo que había pasado, desde el año anterior con Fer, que nuestros destinos se habían separado por culpa de donde vivíamos, hasta ayer.- Y pues eso, yo no te estaba utilizando ni nada ¿eh? Al principio creí que te quería, me haces sentir que yo soy lo único importante en cada momento, nadie me había hecho sentir feliz de esa forma...
- Es que eres lo único importante para mí en cada momento... - Me miró con cara de súplica.
- Pero Luis, yo te quiero, pero como amigo, porque sé que puedo contar contigo en cada momento y sé que me escucharás en todo lo que te diga, ya sé que es lo típico que se dice, pero es que es la pura verdad - Le cayó una lágrima por su mejilla. - Luis por favor no me hagas esto, que es muy difícil para mí...
- ¿Lo quieres?
- ... Creo que sí.
- Vale, ¿te puedo pedir una cosa?
- Claro, lo que tú quieras.
- Sé feliz con él y no te preocupes por nada... aprovéchalo. - Se me saltaron las lágrimas, ¿cómo podía ser tan perfecto? Hasta comprensivo... Lo abrazé sin dudarlo y él me correspondió, luego seguimos hablando un rato. Ya eran cerca de las seis cuando le dije que me tenía que ir a casa, el lo comprendió y nos despedimos.
Salí de su casa y me dirigí hacía la mía, cuando llegué a la puerta, me percaté de que había una rosa roja en la alfombra, la cogí y sonreí. Alguien me tapó los ojos con las manos.
domingo, 23 de mayo de 2010
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