Di un salto en la cama. ¿Qué demonios había sido eso? ¡Son las dos de la mañana! Me levanté de la cama y fui hasta la ventana. No vi nada, la abrí y lo primero que sentí fue una piedra que había sido arrojada en mi cara.
- ¡Ay, qué dolor!
- ¡¡Sil!! Perdona, ¿estás bien? Baja un momento por favor...
- ¿Luis? ¡Te voy a matar! ¿Tú sabes la hora que es?
- Mmm.. ¿las dos no? - Sonrió.
- ¡Sí! ¡Y quiero dormir!
- Confía en mí y baja, tenemos que aclarar un tema.
- Grrrr... vale.
¿Qué quería este ahora? Me cambié rápidamente de ropa, no era plan de salir con mi pijama de hello kity, me puse unos pitillos grises y una camiseta básica blanca. Salí de mi habitación sin armar ruido, aunque no me importaba mucho que a mi madre le molestase. Abrí la puerta y salí.
- Bueno ya, ¿qué querías?
- Vamos.
Me cogió de la mano y me llevó corriendo calle abajo. No entendía nada. Luis olía un poco a alcohol, pero no demasiado. Llegamos a la avenida de la playa y caminamos un largo rato sin decir palabra. Él se paró en frente de un local, tipo discoteca, ¿me quería llevar a bailar a esa hora? Pues las llevaba claras... Entramos, el local molaba, tenía un decorado chulísimo, todo tipo surf y había gente, bebida y música por todas partes. Fuimos hasta un lugar del local más tranquilo donde habían unos sillones con gente jugando a las cartas, dos liándose... Los dos que se estaban liando eran una tía con pinta de guarra a más no poder que estaba encima del chico, y el chico era... Fer. No me lo podía creer, solo quería hacer una cosa en aquel momento: suicidarme. ¿Pero qué he hecho yo para merecer esto? Rompí a llorar, él ni siquiera levantó la cabeza para ver que estaba en frente de sus narices. Lo malo de todo esto es que ya me lo había dicho Luis, pero no lo creí. Sentí un tirón en el brazo que me empujaba hacia atrás, era lo único que podía sentir aparte del mar que corría por mis mejillas. La música, la gente... todo se había esfumado para mí. Luis y yo nos encontrábamos fuera del local, él me abrazó y yo le correspondí.
- Lo siento, lo siento, lo siento. Pero no podía estar bien sabiendo que él te estaba fastidiando...
- Luis... siento no haberte creido, joder ¡soy una estúpida! Si él no hubiera aparecido, yo no te hubiera dejado y... estaríamos muy bien... - Dije entre lágrimas.
- No te culpes, el estúpido es él que no sabe lo que se pierde - sonrió.
- ¿Por qué me pasan estas cosas a mi? ¿Me lo explicas? Fer, Pablo, Fer.. ¡aggg! - Me puse a patalear como una loca.
- ¡Tranquila Silvia! - Respiré hondo y me limpié la cara como pude, ese cabrón no merecía mis lágrimas.
- Solo espero que al menos tú me perdones algún día.
- Pero si no hay nada que perdonar - Me iluminó con una de sus mejores sonrisas.
- Luis en serio, gracias, no sé porque haces todo esto, pero gracias.
- ¿Todavía no lo sabes?
- No... ¿por qué somos amigos?
- Mmm.. sí... dejémoslo así. Vamos a casa que es tarde.
Por el camino él no paraba de consolarme, de abrazarme... de verdad que chicos como él ¡ya no existen! Cuando llegamos a las entradas de nuestras casas, fui a despedirme de él y sin querer le di un pico...
- Uy perdón, yo no...
- Nada tranquila no pasa nada - Se tensó.- Luis, ¿me das tu número de móvil? Por si mañana te necesito, llamarte, si no te importa. - Parece que eso lo relajó un poco.
- ¡Claro! Pero, ¿mañana no vas a estar aquí?
- Que va, me voy a una playa lejana con mi familia todo el día - dije con tono triste, él parece que lo notó.
- Te llamaré a todas horas para que no te aburras - Me guíñó un ojo. Que mono.
- ¡¡Gracias Luis en serio!! - Lo abrazé, y nos quedamos un largo rato así, abrazados. ¿Por qué siempre tengo que estar enamorada del chico equivocado? Me odio.-
Mmm... no sé tú pero yo tengo sueño, deben de ser las tres...
- ¡si perdona! Buenas noches guapo y gracias. - Le di un beso en la mejilla.
- Buenas noches guapa.
Entramos cada uno a su casa, me puse el pijama otra vez y me metí en la cama, no había forma de dormir y al final acabé llorando, pensando en el asqueroso de Fer. Necesitaba a Luis para que me consolase, cuando estaba con él se me pasaban estos llantos inútiles.
domingo, 23 de mayo de 2010
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