-Hombre Luis, tú por aquí. – Rió el estúpido de Fer.
Luis ni siquiera lo miró. Sus ojos se posaron directamente en los míos. No pude descifrar la expresión que se le había quedado en la cara. ¿Sorpresa?
-¿Qué hace él en tu casa, Silvia? – Se dignó a hablar. Su voz era neutra.
-Se ha quedado a dormir… Se encontraba mal ayer y su casa está lejos… - En ese momento apareció Carla detrás de mí.
-¡Hola Luis! – Dijo feliz.
-Hola… No entiendo nada.
-A ver tío, que me acogió en su casa, pero tranquilo que no me dirige la palabra. – Fer me miró seriamente. – Y Carla y ella ya se han perdonado, las mejores amigas siempre lo hacen ¿No?
-Supongo… ¿Te quitas de la puerta para dejarme pasar? – Dijo con tono brusco. Fer lo hizo, todavía le duraba la resaca y lo menos que quería ahora eran problemas. Luis entró, acercándose a mí.
-Por un momento creí que ibas a pensar mal…
-Iba, hasta que he escuchado la explicación. ¿Hacemos algo hoy?
-¿Una orgía? – Saltó Fer animado. Carla, Luis y yo lo miramos. – Era broma…
-¿Por qué no te largas a tu casa de una vez? – Le grité, me ponía de los nervios tener su presencia cerca.
-Sí, mejor será que te vayas, si quieres te acompaño… - Dijo Carla con su voz angelical, pobre de ella si llegaba a liarse con él.
-Vale vamos, pediremos un taxi… Silvia gracias por... todo. – Me guiñó un ojo, yo le enseñé el dedo corazón, con todo el cariño del mundo.
Carla me dio un beso en la mejilla en forma de despedida. Le susurré al oído que no se dejara llevar por ese idiota. Salieron de casa dando un portazo.
Luis me cogió por la cintura atrayéndome hacia él, me agarró la cara y me besó salvajemente, no había tenido tiempo para hacerlo con Carla y Fer allí delante.
-¿No te habrás arrepentido de nada de lo de ayer verdad? – Me preguntó, dejándome respirar después de ese beso tan largo.
-Jamás. – Sonreí.
Le dejé una nota a mi madre, como ella había hecho antes, diciéndole que salía con Luis a dar una vuelta.
No teníamos ni idea de a dónde ir. Solo sabíamos que estábamos juntos por fin, sin nadie quien nos separase. Lo quería. Me había quedado locamente pillada desde que me choqué con él hace días. De sus ojos verdes azulados que penetraban hasta lo más hondo del alma. De su magnífica risa, que hacía que cualquiera que estuviera a su lado se riera. De sus labios carnosos, que besaban apasionadamente, con amor, con locura. De todo él. Lo quería y era feliz.
Lo único que podía angustiarme en ese momento, era el saber que vivíamos en islas distintas, que dentro de apenas un mes, todo se acabaría.
domingo, 23 de mayo de 2010
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Tu historia es preciosa, la estoy siguiendo en tuenti. Un beso!
ResponderEliminarme alegro mucho de que te gustee!
ResponderEliminarbesos :D