Caminamos, sin dirigir la palabra ninguno de los dos, al menos yo tenía muchos pensamientos rondando por mi cabeza. Estábamos llegando a la entrada de mi casa cuando vimos a Carla sentada en el borde de la acera, pensativa.
-Hola Carla… ¿Dónde has dejado al energúmeno de Fer? – Ella ni me miró.
-En su casa.
-Vale… ¿Y qué haces aquí?
-No hay nadie en casa… - ¿Todavía no habían llegado? Joder ¿Se acordarán de que yo existo?
-Ah, pues esperaremos porque tampoco tengo llave. – Me senté junto a ella.
-Chicas ¿Por qué no entráis en mi casa? No hay nadie y podemos hacer lo que queramos. – Dijo amablemente Luis.
-No hace falta… - Dije yo casi en un susurro.
-¡Claro que sí! Gracias Luis, estaba esperando a que lo dijeses. – Río Carla.
Luis me miró, serio. Nos habíamos “arreglado” por decirlo de alguna manera, pero él sabía que algo en mí no marchaba bien. Sabía también que Laura lo había fastidiado mucho esa tarde, pero haría todo lo que fuese por volverme a recuperar.
Pareció ser que mi opinión no contó para nada, puesto que Luis y Carla se dirigieron hasta la casa de éste. Yo no me pensaba quedar sola, así que los seguí. Decidimos ver una peli, ninguno de los tres tenía cuerpo para fiesta. Luis puso la película que le pidió Carla, “Siete Almas”, me encantaba esa película y no sólo porque saliese el maravilloso Will Smith. Comenzamos a verla, Luis se puso a mi lado.
Yo seguía absorta en mis pensamientos, en cómo habían cambiado tanto las cosas y no podía solucionarlo. Ya no. Me sentía sola, aunque tuviera a Luis, sabía que lo perdería tarde o temprano, pero no porque yo quisiese. Tenía los ojos húmedos. No, otra vez a llorar no, pensé.
-Sil tía que todavía no ha llegado la parte de llorar. – Carla me miró, sorprendida.
Me levanté del sofá y me fui corriendo a algún sitio, cualquier sitio, total no conocía la casa. Llegué a lo que parecía ser una cocina, muy grande y bonita por cierto. Me senté en una silla de color blanco y me sequé las lágrimas por segunda vez en el día. Luis apareció por la puerta, con aspecto preocupado.
-¿Silvia me quieres contar lo que te pasa? En serio, no puedo verte llorar si no sé la razón.
-Luis… es que… no puedo más. No creas que ha sido por lo de Laura, para nada, he explotado hoy como podía haber sido otro día…
-Sil por favor cuéntame. – Se acercó a mí, y sentó en una silla delante de la mía.
Dudé un segundo, pero luego accedí. No podía hacer otra cosa, él a pesar del poco tiempo que llevábamos juntos, me conocía bastante bien, no sé cómo, pero era así. Le conté todo, todo lo feliz que era en un pasado muy lejano, y la causa de lo infeliz que era ahora, le conté lo de mi hermana y no pude evitar llorar, por tercera vez en el día. ¿Pero qué hago? Luis pensará que soy una idiota…
-Silvia yo… no me esperaba esto, lo siento muchísimo de verdad. – Me abrazó, con la fuerza y el cariño que solo él sabía.
-Gracias por estar aquí Luis, y lo siento, te pareceré una niñata llorando cada dos por tres…
-Para nada, es lo mejor que haces. Y ya verás cómo se arregla todo con tus padres. – Me secó las lágrimas con dulzura.
-Ojalá… la echo mucho de menos.
Seguimos así, abrazados, sintiéndonos el uno al otro. Tenía sed de sus besos, quería besarle y no soltarlo jamás. Era al único que le había contado mi historia, mi triste y asquerosa historia y me había ayudado mucho, había conseguido que pensase en otra cosa, que mis pensamientos solo giraran en torno a él y solo él y le estaría agradecida por el resto de mi vida. Quería amar, gritar, cantar, saltar, soñar, ser feliz… vivir la vida, y gracias a él, tenía el primer de muchos pasos conseguido.
lunes, 31 de mayo de 2010
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¡Hola! Eres una de las historias que tengo pendientes por leer, tengo ganas de leer historias de los demás (:
ResponderEliminarSoy del tuenti "Polos Opuestos" por si no sabes quien soy (:
Por cierto, te siguo ^^
¡un beso!
Increíble! Me encantaa, me ha emocionadooo.
ResponderEliminarÓjala existiesen en la realidad hombres como Luis! Me encanta!
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